A un lado del pasillo, el plató de Informe Semanal y al otro, las cabinas de sonido e imagen. Justo al final, como en un túnel del tiempo, se encontraba un pequeño despacho que nunca vi abierto. “Ahí vive Jordi Hurtado”, decían mis compañeros. Por eso abrí la puerta, a escondidas, pero no estaba preparado para algo así.